martes, 5 de marzo de 2013

Silencio

Se ha ido. Y me mata.
Me ha dejado muerta, vacía y en un pozo sin fondo lleno de lágrimas.
Jamás pensé que la fuera a echar tantísimo de menos. Solo existíamos las dos cuando recurría a ella. Y me consolaba, me mecía, me alegraba, me emocionaba... Pero la abandoné.
Abandoné a mi musa y acabo de darme cuenta del precio que he de pagar, de todo por lo que tendré que pasar si quiero recuperarla.
¿Qué tengo un duende? Lo tenía y no lo valoré en su momento, me reía como si aquello fuera a durar para siempre por el simple hecho de tener el piano en la habitación. Pero no. Está claro que no. Que las cosas no funcionan así. Que la música no es un juego de niños. Que si no la mimas, aunque sea solo unos meses, se va y la pierdes. Y ya puedes suplicar al mundo, que tus manos no van a responder por ti, que las teclas no van a crear el sonido que tú quieras por tu cara bonita.
Que hay que serle fiel y deberle lealtad hasta que se consuma el cuerpo.

Solo espero haberme dado cuenta a tiempo.

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